¿Qué tan diferentes somos cada uno de nosotros?

Publicado en por Julio Mauricio Pacheco Polanco


A propósito del comentario de Beatriz Ascencio, quien escribe lo siguiente:
Esquizoide y esquizofrenia
Beatriz Ascencio
Antes que nada felicidades por este blog que aclara muchísimo y en forma tan inteligente y con lenguaje apropiado.
Te contacto porque desde hace aproximadamente 2 años conocí a alguien que a la fecha estimo muchísimo y que al parecer (por opinión de mi terapeuta), es esquizoide. Mi amigo nunca me ha dicho literalmente que es esquizoide, pero sí me ha mencionado en muchas ocasiones que desde niño se siente "diferente", que le gusto estar solo, que evita la compañía, que siente que se va a volver esquizofrénico o ermitaño (sé que no es lo mismo, pero él me lo dice así), etc. Mi duda es, si necesariamente alguien que es esquizoide va a padecer en algún momento de esquizofrenia.
Te agradezco de antemano tu atención y ojalá me puedas responder.
Saludos.
Beatriz
 
Acaso todos somos diferentes, y en alguna etapa de nuestras vidas hemos creído ser muy distintos que las demás personas. Recuerdo precisamente que a mis 18 años quería estar solo, cosa que es común por cierto en los adolescentes que empezamos a vivir y estamos llenos de inquietudes ante lo incierto que se nos pueda mostrar el futuro.
La soledad es sin duda la primera manifestación de un mundo rico en el que la persona que está madurando, se refugia en sí misma, con el fin de aprender a gozar de su compañía. Los estereotipos erróneos en los que se intenta hacer creer que vivir en soledad es pernicioso para la salud no siempre aciertan y dicen la verdad.
Todos los escritores somos personas solitarias que nos abocamos a la creación, como lo son la mayoría de artistas, quienes dentro de su propio fuero, se entregan de lleno a sus pensamientos y por tanto a lo que éste provoque: sea arte o estudios.
Sin embargo, estos temores de sociablizar para sentirse aceptado en la sociedad, y  conocer el rechazo por parte de aquellas personas que no logren comprender la personalidad de uno, son comunes en todas las culturas que exigen rituales de iniciación para ver si son dignos de ser aceptados o no, los nuevos integrantes a su grupo, tribu o clan.
La pregunta es: ¿por qué tendría que cambiar mi forma de ser para sentirme aceptado por otras personas? ¿y si soy diferente, no es legítimo que se me acepte como tal sin que se quiera alterar en algo mi forma de ser?
Las amistades honestas creo valoran más la propia forma de ser, porque ven en ellas algo llamado: "aporte", que de alguna manera, contribuye al enriquecimiento del grupo o en todo caso de los más allegados.
También creí ser diferente y también comentaba con naturalidad que tenía razgos esquizoides a mis allegados, y esto en nada causaba asombro a ellos porque quizá, pasaban por lo mismos, o eran más inteligentes que mis demás coetáneos y por supuesto: tolerantes e interesados en el crecimiento personal.
Ser esquizoide o ser un ermitaño, ello en nada influye al hecho de querer ser feliz.
Los sabios orientales se refugian en su soledad con el propósito de ahondar en su ser interior y por tanto, en estados de meditación y contemplación, reencontrarse con la naturaleza y el cosmos.
Dentro de su saber popular dicen claramente: "es un deber conocer el amigo interior que tienes dentro, para que sea tu aliado".
No hay por tanto mejor compañía de quien se halla agusto consigo mismo, y acaso desde su soledad, sienta la paz y tranquilidad que todos desean alcanzar. Nietzsche en  Así habló zaratustra empieza su narración con el profeta que vive en los desiertos, y que lleno de su espíritu, ansía una vez más al mundo, a las personas, para vertir todo aquello que llena su alma con las demás personas.
Y es que El Otro (entiéndase a El Otro como la persona con la cual nos reconocemos en este mundo indistintamente quien sea) puede convertirse también en el amigo que provoque momentos plácidos y saludables, como también en Ese infierno del cual habló Jean Paul Sartre, cuando acuñó su célebre frase: el infierno son los demás.
Es nuestra relación con El Otro lo que permite también el saber elegir con quién compartir nuestra soledad, (esto ya fue escrito por Gracía Márquez cuando dijo: el amor es elegir con quien compartir nuestra soledad), para el desarrollo personal. Particularmente pienso que elegimos a las personas que queremos nos brinden el mundo que queremos conocer, y esto incluye diversos ámbitos que van desde las emociones hasta las relaciones laborales o de estudio. En un mundo que aceleradamente nos exige estar preparados para competir con los demás, es bien difícil encontrar personas afortunadas que puedan disfrutar de su compañía y vivir el ensueño de lo que provoque la mente.
He allí nuestra diferencia con las demás personas. Quizá la apertura hacia una libertad que nadie entiende. Nos gusta la soledad porque en ella somos felices. Pero también nos gusta estar rodeado de personas que se parezcan a nosotros para hacer lo que Nietzsche consecuentemente predicaba: el compartir lo que llenaba el alma.
En todo caso, es la amistad lo que debemos aprender a valorar y compartir. Y eso lo aprendemos con los años: el saber encaminar y cultivar una amistad, teniendo cuidado en los temas a tocar en la conversación y saber tener delicadeza y tino para elaborar planes de desarrollo duales o triales o ya grupales, que permitan el crecimiento de las personas que los integran.
Robarle por decirlo de alguna manera un espacio dentro de la soledad de otra persona, para que vivamos dentro de ese espacio, y seamos recordados con cariño, es todo un arte, más allá de si la persona en mención es esquizoide o esquizofrénica. Lo importante es saber compartir. Lo importante es aprender a abrir puertas a los que las necesitan, para que enfrenten al mundo, en la medida de sus posiblidades. Que no todos somos superdotados y lo podemos todo, pero sí podemos luchar por lo que se convierte en la razón de nuestros sueños.
Pienso particularmente que has hallado un tesoro: un amigo con  quien puedes entenderte más que con otras personas, ya que los solitarios acaso, somos más sensibles, y proclives al entendimiento y la empatía.
Entonces te repregunto: ¿debemos cambiar para que nos acepten? Creo que de esa forma solo conoceremos a personas artificiales y poco originales.
El secreto de la aceptación  está en que al hacerlo, hallaremos personas que han hecho lo mismo, sean solitarias o distintas a las demás, y allí está la diferencia entre unos y otros, es decir, entre los que se esfuerzan por ser alguien que agrade a los demás, y los que sin esfuerzo se hallan agradados así mismos, y son gente real.
Un cordial saludo y Gracias por estar aquí.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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