CELADA
Mauricio, tienes 45 años, por qué no te has casado. Calé mi tabaco mientras al mirarla solo pensaba en hacer el amor con ella. Sí, solo pensaba en ello, en lo maravilloso que debería ser meter mi miembro viril en su boca, en ponerla en las más de 50 poses que puedo hacer, en simplemente agarrarla con fuerza de su largo cabello y darle lo más duro posible hasta que tuviera un orgasmo. Me preguntaba si ella sería capaz de lograr eso en mí. Ninguna mujer lo logra, a pesar que me excito demasiado y deseo pasarme todo el día teniendo sexo sin parar. Que por qué no me casé. ¿Debía ser sincero? Medité sobre ello en fracciones de segundo, sabía que era una más, que terminaría odiándome hasta no querer saber luego más nada de mí.
Luego que sus brazos y ambas manos se rindieran ante la imposibilidad de que eyaculara, luego de haberla hecho mía a mi antojo, le dije, es vano, inútil lo que haces, no lo vas a lograr, lo único que estás haciendo es tener un fierro caliente entre las manos que te ha derrotado. Como ves, no es fácil para mí alcanzar el orgasmo. ¿Y todo lo que me has dicho? Había vuelto en mí. Tanto tratar con marocas creo que hizo mi trato más frío, en ese momento volví en mí
para decir: no me he casado porque me enamora el sexo con cada mujer, mas no quiero estar con la mujer con quien he hecho el amor para siempre, quiero más bien estar con todas si es posible. Te puedo decir cosas muy bellas al momento de amar y es verdad lo que expreso en el momento de la pasión, es más, he deseado muchas veces que la cópula sea algo que nunca acabe, que se perpetúe de manera indiferente con la mujer que esté, pero si eres un poco inteligente te habrás dado cuenta que estoy del lado de los hombres que no nacimos ni para tener hijos, ni para casarnos. Soy muy salaz e incapaz de quedarme por mucho tiempo al lado de una mujer. No es personal, y veo que tampoco lo tomarás a mal porque veo en tu rostro la sensación de quien ha disfrutado al máximo el placer que le he brindado, que solo ha pensado en un inicio, pero jamás en un final, puedes mandarme al diablo si gustas, o puedes esperar a que te llame otra vez para cuando esté con muchas ganas de hacer el amor contigo en otras poses que he de aprender para cuando sea nuestro reencuentro.
¡Eres igual que todos!, me espetó mientras empezaba a vestirse.
No, no soy igual que todos, soy un maestro y eso es lo que más te hace odiarme. No puedes retenerme. Sabes que nunca dejaría que te embaraces de mí, porque he escrito sobre todas las maneras que existen para evitar hijos. Es cierto, antes usé métodos más radicales propios de mi inexperiencia en el sexo, pero eso fue hace muchos años y ya no me pasa, te diré que sin distinción alguna de mujer, soy yo el que siempre dá los preservativos, pero esos son detalles que evitan percances como gebes rotos y otras mañas de las mujeres que usan para el momento de hacer el amor.
Eres una mierda. Quiso llorar, pero ya estaba muy grandecita para hacerlo, y muy enterada que no me iba a inmutar en lo más mínimo. Estimada, el sexo nos gusta tanto a varones como a mujeres de igual manera, me lo han confesado mujeres de postura muy extrema ante el machismo, mujeres que gozan haciendo el amor tantas veces sean necesarias como igual lo deseamos nosotros los hombres, mujeres tan promiscuas como yo, tan liberales y sinvergüenzas que se merecen todo mi respeto. Como ves, nadie se hace problema en nada. Si gustas te vuelvo a llamar, pero dímelo ahora, no me gusta perder el tiempo ni creo que seas tan infantil como para prestarte al juego tonto de hacerme esperanzarme en un reencuentro. Te diré que no me afectará en lo más mínimo si me cuelgas o no me devuelves las llamadas. No eres la única que disfruta con el sexo, mejor dicho, no eres la única mujer, no en esta ciudad, sino en todo el mundo.
Ya vestida salió de la habitación de manera furiosa para luego retornar aterrada al darse cuenta que estábamos en un hotel. ¡Eres una mierda!, una reverenda mierda, me recriminó. No tienes porqué ser tan procaz, te creí una atrapa hombres con clase, porque si me porto así de esta manera contigo, no es porque sea malo, simplemente que revisé los preservativos y vi que los 3 que había traído y que tú alzaste mientras yo me desnudaba, permanecieron intactos. Confié en ti, me defraudaste. Por eso, cuando me di cuenta que me habías puesto un preservativo pinchado con una aguja para que se rompiera en pleno acto sexual, en ese momento pensé en lo horrible que habría sido estar contigo toda la vida, si de arranque me estabas haciendo trampa. La decisión de tener hijos atañe también a nosotros los hombres, no solo a las mujeres, es una decisión de a dos, ¿no te parece eso algo civilizado? Es más, estoy borrando en tu delante tu número de mi celular para no llamarte nunca. Si empiezo a recibir llamadas tuyas, iré donde mi servidor para bloquear tu número.
Está demás decir que las demandas de acoso son cosa de todos los días en Prevención del Delito.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco