BREVE ENSAYO SOBRE LA LOCURA
Para quitarle credibilidad a una persona, alegamos que no tiene razón, que está loca. ¿Del cómo se puede lograr esto?, pues la sabiduría de los viles en esto es bastante amplia, y va desde alejar completamente a la persona, arrinconándola hasta una soledad extrema, donde se sienta solo contra todos, o en el caso, que la persona intente integrarse a la sociedad, negarle todo tipo de información, es decir, utilizar un lenguaje a través del cual, la víctima no pueda comunicarse. Al no encontrar entendimiento la víctima con su entorno, dudará si acaso es ella la que carece de razón. Lo condenable en este caso es que el fracaso de su comunicación radica en que el entorno usa un lenguaje en base a códigos donde, solo ellos pueden entenderse.
Esto podría parecer algo conspirativo. Pero si recién a mediados del siglo pasado el mundo entero se preocupó por los DDHH, teniendo miles de años de civilización desde las leyes hechas por Moisés si es que debamos remontarnos a otras culturas más antiguas, donde de hecho, encontraremos códigos para la convivencia entre personas, no debiera extrañarnos la condición de las víctimas que a continuación detallaré más.
Pareciera que recién a partir de finalizada la Segunda Guerra Mundial, el hombre tomara consciencia que tiene Derechos Humanos inalienables. Pero tuvieron que morir millones de personas, y el mundo estuvo enfrentado por personas que vieron en las armas un gran negocio, o la ambición tras el poder, para gobernar el mundo, tuvo razones puramente económicas. Pero no es mi deber hablar sobre ello, estoy escribiendo sobre la naturaleza de las víctimas.
Sobre la condición humana mucho se ha escrito. Sabemos que el ser humano padece pasiones que orientadas hacia el sexo opuesto, brindan felicidad y un estado ecuánime para la vida misma. Una persona aislada, solo podrá sentir placer consigo misma. Una persona aislada en contra de su voluntad si es que debo ser claro, sea varón, o mujer.
Debemos remontarnos a Platón cuando habla acerca del alma aprisionada dentro de un cuerpo que le mortifica y se ve representado como una cárcel de la cual debe purificarse. Si debo ser puntual, debo enfatizar esto en el sexo.
Estas víctimas, dentro de su cualidad de inocentes, ignoran de las aberraciones de los adultos, de los desviados y las prácticas liberales de las mujeres maduras en pleno ejercicio de su sexualidad. Mejor dicho, alguien que está apartado de las demás personas, nos brinda una lectura predecible de su vida, de sus placeres solitarios, y del poder que tiene la censura impuesta ante sus actos en soledad, censura hipócrita por cierto, porque nadie la cumple. Con persignarse en la misa de los domingos ante un sacerdote que no sabe nada del hombre y de la mujer y que solo sabe juzgar, les basta, ante el consenso de los que se sienten decentes.
Mas así no es con las víctimas que sienten el acoso o la hostilidad de las miradas penetrantes, aquellas que parecen saberlo todo de ellas. Naturalmente nada de nuevo practican en soledad, resultando obvia su conducta ante el asombro de la víctima que se siente vulnerable y no se explica, cómo es que las demás personas saben lo que ella hace. Así, mientras las demás personas llevan su vida sexual de manera normal y sin censura, las víctimas aún creen desde su obligada soledad, ser las personas más aberrantes, las más libidinosas o en todo caso, las más enfermas, cosa que anotará de inmediato un psiquiatra con un diagnóstico que vulnere sus Derechos Humanos.
Una persona que vive en soledad y que desconoce cómo es el ámbito donde se desarrollan las demás personas, que van en sus costumbres desde el abuso del alcohol, las drogas y las parafilias donde los excesos son demostrados con orgullo, como si fueran hazañas, forman parte del desconocimiento de quien ignora todo esto y viene a ser llamado, el loco, el que ha sido apartado de los demás, para que viva sus propios pensamientos, impidiendo de esta manera el desarrollo de su personalidad y, a la vez, convertirse en el chivo expiatorio de una sociedad que se niega a sí misma y expía en el loco, sus abyectas pasiones, o las frustraciones donde todos se saben nadie, dentro de un orden establecido que se ejerce de manera vertical, es decir, desde arriba hacia abajo, de manera violenta y humillante, desde el trabajo o la carencia de éste, hasta el loco que está en el último escalón de esta forma vulneradora de civilización con la que contamos, desde donde con alguien la gente debe desquitar sus odios, sus fracasos, sus miserias comunes ante todos, si acaso la victima aún no está enterada de sus derechos como persona ante la Ley, antes que lleve un diagnóstico donde tomado consciencia que perdió la categoría de persona y que por tanto, es alguien que no merece credibilidad ante la sociedad y ante el Estado, represente llegado el momento, ante la contemplación del desamparo dado por la autoridad, todo lo repudiable y condenable que tiene el ser humano, al momento de negarse a sí mismo y, ver en el loco, todo lo vil que de sí mismo tiene.
Normalmente ante este tipo de presión, la víctima termina por convertirse en alguien que acumula un deseo de justicia que desencadenará en una tragedia, ante la vista y paciencia de los victimizadores que simplemente alegarán: “siempre estuvo loco, no era alguien normal”.
Finalizando que, en esta sociedad corrupta, donde las personas se dejan comprar su dignidad, donde impera el consumo de drogas y bebidas alcohólicas, donde la violencia se manifiesta a todo momento, donde la mentira es la religión de todos, y donde por cierto, pocas personas son felices y dueñas de su destino, el loco vendría a ser el inocente, el que está libre de culpa y que sin embargo carga con todos los malestares de una convivencia, en donde se ha establecido un Contrato Social llamado, Democracia, si acaso ésta significa abarcar una diversidad que va desde los credos religiosos, hasta las doctrinas políticas. Mas no por ello, esto debe excluir a los inocentes o víctimas, chivos expiatorios que huelen a santidad, en medio de personas perversas, definidas así, desde el momento en que lo categorizaron como loco o loca, a la víctima, que si bien, hablé de los Derechos Humanos como reacción universal después de la Segunda Guerra Mundial, eso en nada implica que haya cambiado la imposición del fuerte al débil, o lo que bien llamamos, La Ley del más fuerte.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Ensayista
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